Fede 23

No sé si lo dije alguna vez, pero me re cabe el bulo-consultorio. Tiene un morbo inigualable pensar que la sacrosanta sala, donde hombres grandes de anteojos y señoras con sus niños leen revistas mientras esperan al Dotor, será escenario de cabalgatas, spanking y oh sí.


Llego tarde, pero divina; como siempre. Fede 23 baja a abrirme y, si bien me saluda con un beso en la mejilla, no tarda en besarme en la boca en el pasillo; sin importarle la mirada extrañada de un vecino que en esos momentos sale a pasear a su perro.


23 ya tiene armado el famoso sofá-cama. Lo miro y sé que se va a caer al coño, que no va a resistir un revolcón con Lulú. Igual, no digo nada.

Para alimentar aún más nuestro morbo, 23 me pasea por el consultorio. Me muestra la camilla y los espejos. Qué buen bulo.


Vamos al sofá cama y me mira mientras me saco la ropa. Más tarde me diría que soy muy linda y que, a diferencia de la típica mujer cuyo atractivo dura lo que dura el dust, mi belleza permanece.


Después de una buena mamada, que es retribuida con una chupada de concha para el recuerdo, lo cabalgo de espaldas hasta que el sofacito cede y nos vamos casi a la mierda.

Me doy vuelta y me lo cabalgo de frente un rato hasta que acaba.
Trae Coca Zero. Charlamos unos minutos, en balls, en el sofa-cama hasta que él corre los vasos y me dispongo a chuparle la pija.

Se repite la sesión de mamadas mutuas, Fede 23 me hace acabar con la lengua y después me lleva a la sala con la camilla y el espejo. Me levanta una pierna y me coge apoyada sobre la camilla, frente al espejo. Fuerte.

Nos vestimos y nos vamos a "la sala de espera". Tomamos Coca y hablamos durante una hora. De todo lo que se nos ocurre. En algún momento me besa y se le pone la pija dura como una piedra. Gracias a Alá, el sofá cama ahora es sólo sofá; así que, sentado como está, me lo cabalgo como si no hubiera un mañana.