Llegamos a su casa, cogemos.
Pero oh, él acaba precozmente.
Y no, no hay segundo polvo.
Te quedaste re caliente, me dice al verme refregarme contra él. Dame diez minutos, Lulú. Diez minutos y te cojo de nuevo.
Me voy a armar uno, dice; y se dirige hacia la mesa. Desde la cama de cemento, lo veo armarse el porro.
Ahora va a venir a sacarme la calentura con todo el aliento a marihuana, pienso, y me pregunto si no tendrá un teletransportador en el sótano.
En efecto, viene junto a mí sobre la cama de hormigón y me da un beso de porro.
Me acaricia, me chupa la concha; estoy on fire, pero mal. Se pone un forro, que resulta estar seco. Abre el otro, el último, y también está seco.
Y sí, boludo, cuando comprás forros cada diez años pasa eso, viste.
¿Qué hago? me pregunta.
Vestite y bajá a comprar, razono.
¿Y vos te quedás acá? Bueno, qué sé yo, confío en vos.
¿Confío en vos? ¿De qué tiene miedo? ¿De que me fume su marihuana de 100 dólares los 100 gramos?
Si querés bajo yo, le digo.
No, no, responde; voy a llamar por teléfono para que los traigan a casa.
Bueno; si tenés un delíveri de forros, genial.
Ah, pero hay que ver dónde me dejé el número de teléfono.
17 camina desnudo por la casa, mientras busca el número del delíveri de condones. Yo me levanto, con una cara de culo notable y empiezo a vestirme. Para cuando logra llamar, ya estoy toda vestida, sentada en la mesa, hojeando una revista.
Acá, en esta revista, hay una mina que escribe de sexo; me muestra. Se llama Lola. Parecido a Lulú, ¿viste?
Leo la nota y me parece una pelotudez, de acá a Puente Alsina. Te cuenta como una gran novedad que a los tipos les gusta que le metan el dedo en el culo, pero por favor. Son pocos los tipos que, como Fede 00 (el pesado, neurótico elemental o como lo quieran llamar) estrenan el culo recién a los 36 años. Déjense de joder, loco.
Para cuando llegan los forros, ya me leí toda la revista. Fede 17 se da cuenta que estoy molesta, pero no sabe qué hacer. Es demasiado difícil darse cuenta que para una mujer es una mierda que acaben precozmente y la dejen así, con el orgasmo inconcluso. Mirá, te hago un cuadro de doble entrada, así lo entendés.
Fede 17 está con los forros en la mano, los apoya sobre la mesa.
Bueno, ya pasó el momento, dice. Ahora, vamos a rockear.
Todo bien, le digo; pero yo me voy a mi casa.
¿Por qué? pregunta
Mirá, no me voy a ir a un concierto con un flaco que ni siquiera me hizo acabar como la gente.
Bueno, te bajo a abrir.
Durante los minutos que tardamos en bajar, me pide disculpas. No le contesto. En la puerta, le doy un beso en el cachete y me voy.
Lo siento, me dice mientras me ve alejarme en la calle.
No me doy vuelta.
Fede 17: Las segundas partes nunca son buenas
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