¿Te venís para mi casa? me pregunta Fede 17, como si su casa quedara en el confín del mundo.
Pará, ¿dónde vivís? le pregunto, pensando que me va a decir Villa Ortuzar, o algo así.
En Palermo, responde.
Pero sí, boludo. Todo bien.
Qué educados son los tipos del interior. No todos, claro; mi ex es del interior y es capaz de agarrarse a piñas por $5. Pero bueno, salvo Cóndor, creo que en general la gente del interior es mucho más amable que los porteños. Fede 17 es un claro ejemplo de eso. Es del interior y es súper amable.
Llegamos a su casa y se lamenta no tener Coca-cola o algo para picar. Le digo que no pasa nada, que no sabía que iba a tener visitas. Salimos a comprar algo. Yo insisto en pagar porque le digo que necesito cambiar plata para el taxi a la vuelta, pero me dice que no me preocupe, que él me va a dar plata para eso. Igualito a Cóndor, pienso, a quien había que amenazar con un arma para que pagara apenas sus gastos (ni hablar de que te pague algo; pero ni hablar).
Volvemos a su casa, comemos literalmente a la luz de las velas y mientras estoy en el baño arma el sofá cama, cuyo colchón parece hecho de piedra pómez.
Nos besamos, nos sacamos la ropa. Yo sé que te voy a gustar, me había dicho 17; e hizo bien en tenerse fe. Tiene una pija hermosa, no es un termo pero pega en el palo.
Fede 17 tiene una actitud muy copada. Me dice que es un desafío cogerme a mí, que estoy acostumbrada a coger de a tres, cuatro, cinco. Que se va a esmerar para cogerme bien. Me dice que me va a meter la nariz en la concha y se me ocurre pensar que está usando una metáfora.
Baja por mi cuerpo, pasándome la lengua. Se queda en mi concha, lamiéndola todo bien. ME METE LA NARIZ EN LA CONCHA y es too bizarre.
Apenas me deja chuparlo un poco a él y me sube encima suyo.
Lo cabalgo mientras me chupa las tetas y acabo re lindo así, arriba de él. Mucho tiempo. No sé si ustedes lo sabían, pero las mujeres no somos como los tipos, que pueden tener orgasmos de dos segundos, las mujeres podemos estar mucho tiempo acabando. ¿Sabían? Ah bueno, me alegro.
Fede 17 acaba justo después de mí, como si fuera a llorar. Eso no está tan bueno, pero lo pasamos por alto.
Qué olor a sexo, me dice. Yo no siento nada, pienso.
Qué olor a sexo, repite. Ah, debe ser porque te metí la nariz en la concha.
Sin palabras.
Se empala enseguida y me echa otro. Doggy-style. Se la pasa halagando mi culo, mientras me coge. Cucharita, me toco y acabo de nuevo. Al rato acaba él, de nuevo como si llorara.
Hay un tercer polvo, también mucho perrito, también muchos halagos a mi culo. Terminamos al mismo tiempo, uno de nosotros como si estuviera llorando.
Mientras esperamos que llegue el taxi que llamé quiere echarme otro, pero el forro está seco. Qué suerte, pienso; la verdad que no doy más.
Nos despedimos a los besos en la puerta.