A fines del año pasado, antes de irme a Bahía Blanca para Navidad, dejé de querer a mi ex (A.K.A Cóndor). Fue justo después de darme cuenta que ya había viajado tres veces y que los gastos de hotel (los de él y los míos) habían salido del mismo bolsillo (no el de él, les aseguro); y después de decirle que había comprado un futón para que pudiéramos dormir cómodos (todos saben que duermo en un andamio para uno, a dos metros del piso), pedirle que comprara un juego de sábanas y él me respondiera Pero, pará, ¿cuánto salen?
No sólo me di cuenta que ya no sentía un carajo por él, resolví que una persona que me trataba como su mecenas personal no podía quererme. Empecé a tratar de dejarlo, sin éxito (llantos, súplicas y más dinero); así que I hoped for the best y me limité a serle infiel hasta que pudiera salirme de esa relación.
Entonces, aunque mi relación con Cóndor se terminó hace sólo 3 meses, hacía unos 6 que que no estaba enamorada. Después de tan traumática aventura, después de un tipo que se va sin dejarte absolutamente nada (en este caso, es más que una metáfora), la sensación es que va a pasar mucho tiempo hasta que te vuelvas a enamorar; hasta que vuelvas a confiar que un tipo no va a estar con vos para ver qué te puede sacar.
Es genial, en estos casos, equivocarse.
Update: Cóndor me buscó via MSN para repetir su mensaje "por qué me seguís jodiendo?" No sé a qué se habrán referido los psicólogos que le diagnosticaron "inteligencia superior" a Cóndor, pero el mensaje es bastante simple: En mi blog (el que me quedó, después de que me afanaras el original), escribo sobre lo que quiero. No te nombro, ni te linkeo, ni menciono tu blogger id. So,
A llorar a la iglesia.
El amor antes y ahora
Etiquetas:
Axel